25 de junio de 2006

Banco de la estacion.

Puerta, de la estación de trenes. Un banco libre, solo. Sentí acompañarlo pues algo me decía que los dos teníamos presentes, pasados y futuros similares.
Él venía de un viejo árbol con sus raíces aferradas y fuertes a su tierra firme; yo también.
El hombre, luego, lo trozó primero y mas tarde lo fue desmembrando hasta convertirlo en tablas sin sentido. Estacionadas en algún lugar esperando su asentamiento, su madurez por ser útil quedó en reposo; siento que en parte nos sucedió lo mismo.
Dejó su estado ambiguo para transformarse en tablas y luego en banco, banco de estación. Allí donde pasan caras distintas, donde la lluvia y el sol castigan sin censuras...
Soporta la carga de muchos. Soporta sus penas, sus risas, las discusiones, tal vez algún abrazo enamorado.
Pero nadie le agradece sus servicios, nadie le ofrece una mano de pintura. Solamente algunos lo pisotean, saltan sobre su cuerpo sin escrúpulos.
Los papeles giran en derredor dibujando remolinos, giran luces, van y vienen pasos ligeros y nadie escucha.
Lo miré un poco, posé mi mano sobre las gastadas tablas bien atornilladas y le agradecí.
- No estamos solos, somos dos. Solo que yo voy a mi deriva y tu te afirmas en los hierros de tus piernas.
Pasó el tiempo. Un día llegué a la Estación y no estaba.
Un sillón de cemento ocupaba su lugar.
Seguro que arderá en algún hogar, o yacerá en el polvo para disolverse con el tiempo.
Caminé un poco y sorprendido me di cuenta que hasta el futuro es el mismo...

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