25 de junio de 2006

Inmigrantes

Dura la vida del emigrante.
Los cielos se ponen grises mientras el sol, abraza tu cuerpo.
A veces se pierde la vista lejos, en rincones, en baúles que el tiempo no deja escapar.
De pronto un silbido, un olor, un rostro ajeno, pero parecido, nos invita inevitablemente al recuerdo perpetuo.
La mañana es difícil, la tarde se hace larga y las noches interminables.
El trabajo es la única herramienta para el descanso de la mente.
Ni siquiera el sueño puede borrar nuestras huellas pasadas.
Nuestra familia?
Ahí, ella siempre nos acompaña. Tomamos el autobús y conversamos de otros tiempos.
Conversamos del hoy, del ver crecer a los hijos, del ver envejecer a los tuyos, de ver como las hojas de los árboles caen y rebotan dejando el sonido distante y osco.
Estas aquí y no estas. Estas allá y tampoco estas.
Es un ir y venir de sentimientos, de una lucha interna que no cesa, nunca cesa?
No hay horas, no hay camas prontas ni platos llenos, no hay ropas limpias, no se escuchan las risas?, no se escuchan.
Solo el silencio de la mente a veces interrumpido por la alarma del reloj.
Reloj que te acompaña siempre.
Calendarios perpetuos con días tachados, con días en rojo, pero solo calendarios: papel y tinta.
El buzón es lo más mirado. Más que el paisaje, más que nuestro aspecto, más que todo.
Es verdad que el teléfono y la Red nos acerca, pero nos marca la frontera de un vidrio que refleja solo imágenes?
De un vidrio que refleja solo letras y frases.
De un vidrio que penetras y no puedes, que intentas abrazar y besar pero no puedes.
El mismo acercamiento marca la lejanía.
La voz en el auricular te da ideas, sientes que te enriquece el cuerpo. Pero tan pronto se apaga, brota tu caricia manca, tu beso inocuo, la lágrima certera.
Entonces cargas tus energías pero al respirar hondo el aire es duro. Puedes llegar a través de él pero es lo visible a la realidad que te acompaña que te distancia, separa y marca el territorio lejano, muy lejano.
Es verdad que uno elige sus destinos, más es verdad también que te obligan, con el dolor de ser, lo que uno nunca quiso ser.
Ese dolor de estar donde la vida te empujo. Y rema, rema?
Mas tú orilla es tu nariz. Y así quemas horas de vida en esperas y esperanzas.
Apuestas al más difícil de los juegos: una vida mejor, un horizonte visible, un amanecer con trinos de pájaros, que aunque sean ajenos, serán en parte tuyos y de los tuyos.
Y así se vive y se muere cada día. Me aferro con tesón a esta tierra, como mis inmigrantes abuelos lo hicieron con la mía.
Tratas de olvidar todo, pero el segundo es muy corto y limitado, entonces vuelves al recuerdo. De ahí al olvido y así, completas las jornadas en una intermitencia extenuante.
Pero la sangre recorre el cuerpo y no para pues el motor nos dice que por ellos debemos seguir sin parar, sin importar que pase, sin importar las heridas ni las llagas, sin importar la ausencia y la presencia. Perdemos tal vez, parte de la sensibilidad, uno se endurece, junta odio, junta bronca, junta?
Y ahí vamos, haciendo cosmopolitas los barrios, las ciudades, el mundo entero.
El uruguayo nace sufriendo, vive sufriendo y muere en paz. Es un extranjero en su propia parcela, prestada y ajena; hipotecada eternamente, igual que la miserable vida de peregrino sin destinos.
Por que sabe que hizo todo. Hizo de todo. Sobrevivió a todo. Y ese poco que te queda, te lo lleva la parca algún día sin avisar, sin preguntar siquiera, sin permiso.
Y así es la vida, dura y coqueta, amarga y bella, incierta y alegre.
Y así nos pone a prueba a cada paso sin importar lo que llevamos dentro, en nuestras mochilas de carne las cuales tumbamos en camas prestadas, en bancos ajenos, en lugares ofrecidos, en el tiempo interminable de la espera.
Y siempre asidos de la esperanza por un futuro mejor.
Hay que exiliarse interiormente.
Hay que nacer de nuevo, pero primero debemos morir para ello.
Y así, de a poco, se logra.
Más nunca serás de estos pagos: serás emigrante.
Serás extranjero con licencia para ser feliz, para ver horizontes pintados en amaneceres y ocasos.
Pero eso llegará solamente cuando tu sangre se funda en tu familia.
Y así será.
Y así debe ser.
No tenemos opciones.
No tenemos tiempo.
Se nos va la vida con presencias y ausencias diminutas.
Por eso, y por todo, dura la vida del emigrante?

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