18 de octubre de 2004

El violín y las semillas

Iba por la feria mirando los escaparates llenos de cosas. Me paraba frente a los libros viejos y las herramientas. Cosas que me llaman la atención, los encendedores viejos, las fotos de Gardel y llego de lejos llamándome la música de un violín. Media cuadra arriba esta una boina marrón vestida de arrugas y manos hábiles regando el aire con un tango del Mago: el día que me quieras.
Me quedé ahí mirando. En sus pies tenía un paño lleno de monedas con las cuales contribuí inmediatamente. Cuando terminó le di las gracias y el viejo sorprendido no contesto y tras un - Espere Jefe!, comenzó a llorar el violín de Bechio.
Me senté al cordón de la vereda y pensaba por cuantos mundos habría viajado su sapiencia. La humildad eran sus únicas ropas pero su envergadura estaba en el talento de hacer a los demás sentirse por dentro. Otras veces que he ido lo he buscado algunas en vano y otras lo he visto y me siento en el cordón para escucharlo.
Cuando me ve me reconoce y me dice - Como va la cosa Jefe?...
Siempre me mira a los ojos cuando toca y yo sueño.
A mi lado un puesto de semillas me acompañaba y unos pequeños bulbos me llamaron la atención. Los compre por poco dinero y luego de conseguir tierra y una buena maceta los planté, acomodé y regué día a día. El tallito verde de esa esperanza iba brotando y rajando la tierra acumulada a sus pies. Venía la planta robusta y rica. Sana y alegre. No le hablaba. No le ponía música. La miraba siempre.
Un día ella estaba acostada marchita y pálida de tristeza. La tierra se había abierto en gajos.
Tanto había pasado? Me olvide de regarla!. Corriendo llene una caldera y eche agua ese día y al otro y al otro.
Su pálido verde fue tornándose seco y marrón hasta confundirse con la triste maceta vacía.
La deje morir. He dejado morir muchas cosas. Me he olvidado de regar muchas cosas.
No basta con solo echar agua de vez en cuando.
Hoy mire la maceta y estaba vacía.
Hoy tire la tierra y regalé la maceta.
Hace tiempo que no voy a la feria a ver al violinista.
Si fuera, seguro no me voy a sentar al cordón de la vereda.
Seguro que el violín se callaría por más que este sonando para dejar mi hueco eco a nada que llevo adentro.
Por eso no voy a la feria.
Por la semilla, por el violín, por esa tierra.

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