19 de octubre de 2004

A Paquita, tia y abuela, Valenciana y Uruguaya...

Corría agosto y el frío llegaba de cerca y lejos.

Habían pasado muchos inviernos desde que un barco de aquellos de madera llegaba a puerto desde tierras lejanas para dejarnos lo que sería nuestro presente nuestra carne que daría forjando humildad y resistencia a la pobreza y la lucha diaria estos apellidos.

Ayer me enteré que se fue sin decir nada. Se marchó hacia no sé donde sin decir nada.

Mascaba el tabaco imaginario siempre sin decir nada.

Su mirada se clavaba ya en ojos grises atestados por la tristeza del tiempo, la edad y aquellas jornadas de dura aspereza.

Se fue. Sin decirme adiós pero dejando en mi retina su cutis lozano, tal vez parte de mi sangre.

Doña Paca, Paquita para nosotros se marcho a versear con el ?polaco? , con los taitas del abasto con los recuerdos de las guerras con las frazadas que cobijaron su llegada a estas tierras extrañas que acogerían con el tiempo la más feliz y dura historia de sus días.

Se fue. Así nomás sin dejar un llamado. Como se van los grandes, en silencio y sin aviso.

Se retiro a compartir tal vez con mi abuelo o sus hermanas y hermanos el lugar donde daremos todos pero no volveremos a contar si es bueno o malo.

Así lo decidió ella.

Se fue.

Me dejo un amargo nudo que se disolvió en silencio, como todos mis nudos.

Recuerdos, muchos.

Lamento no haber podido por circunstancias de la vida no nos permitieran haber disfrutado un poco más de lo nuestro.

No pediría nada más que el vivir junto un poco más.

Pero igual así es el destino y te lo llevaste puesto a tu manera.
Adiós Paquita.

Tu sobrino no te olvida, No olvido tus Jotas sobre la mesa, tus platos ricos; cuando me enseñaste a hacer un omelet...

Gracias y hasta siempre como se les dice a aquellos grandes que en silencio se retiran dejando lo limpio de la vida.

Sé que fuiste honesta.

Gracias.

No hay comentarios: